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El poder de la reconciliación

Kevin Thomas es Director Ejecutivo de la Asociación de Accionistas para la Investigación y la Educación (SHARE)

Este comentario es una adaptación de un discurso pronunciado en el encuentro de RRII "Invertir en la reconciliación y la economía indígena: El papel para los inversores institucionales" el 21 de febrero de 2019 en Ottawa, territorios Algonquin Anishnaabeg.

Siempre me he sentido un poco incómodo con el término "reconciliación" cuando se aplica a las relaciones con los pueblos indígenas de Canadá. En el peor de los casos, puede llevarnos a pensar que los conflictos jurídicos, históricos, sociales, políticos y económicos profundamente arraigados pueden resolverse con un abrazo de grupo. Más concretamente, el término siempre me ha recordado la cita de Saul Alinsky, el gran organizador comunitario estadounidense, que decía: "La reconciliación se produce cuando una parte tiene el poder y la otra se reconcilia con él."

Mi experiencia, en las décadas que llevo trabajando con y para las Primeras Naciones, me ha enseñado en cambio que cualquier cambio real sólo puede producirse cuando abordamos la cuestión del poder.

La verdadera reconciliación tiene que ver con el empoderamiento.

La genialidad del informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y de sus llamamientos a la acción consistió en reconocer que la reconciliación consiste en alterar el statu quo, no en reconciliarse con él.

La otra genialidad de las llamadas a la acción de la CVR consistió en reconocer la responsabilidad y la oportunidad que todos tenemos de promoverla. A menudo pensamos que el poder es una cuestión política. Esperamos que los gobiernos y los políticos resuelvan cuestiones como la exclusión indígena. Sin embargo, el poder en nuestra sociedad es, la mayoría de las veces, una cuestión económica. A lo largo de la historia, las comunidades excluidas han conseguido la inclusión a través del empoderamiento económico, no sólo político.

La reconciliación es un proceso perturbador por naturaleza. Es creativo. Tiene que ver con el poder.

La buena noticia es que ya está ocurriendo aquí en Canadá. El crecimiento de la economía indígena es tremendo: el crecimiento de la mano de obra indígena, la actividad empresarial, las redes, el conocimiento... todo esto está ocurriendo ahora y está ocurriendo rápido. Pero todo eso no es nada comparado con el crecimiento potencial que hay ahí fuera. No es nada comparado con el empoderamiento que está a nuestro alcance si nos tomamos en serio la reconciliación.

Hace varios años, SHARE empezó a desarrollar una notable asociación con la National Aboriginal Trust Officers Association (NATOA) porque vimos una misión común: capacitar a los inversores para que aboguen por una economía sostenible, integradora y productiva. Ambos queríamos ayudar a conectar las inversiones con los valores. Nos ha complacido colaborar estrechamente con la NATOA y otras entidades, como el Consejo Canadiense de Empresas Aborígenes (CCAB), porque comparten nuestra pasión por la capacitación y nuestra convicción de que siempre se puede hacer algo.

Esa misión, ya sea en un contexto indígena con los Fideicomisos de las Primeras Naciones, o en el contexto de un plan de pensiones o de inversiones en dotaciones universitarias, se persigue mejor en asociación con otros. Si algo hemos aprendido de los valores indígenas en estas asociaciones, es que el empoderamiento y el cambio no son un acto en solitario. Se hace en comunidad y con las comunidades.

Nuestra propia organización trabaja en nombre de pensiones, fundaciones, gestores de activos, dotaciones universitarias y otros clientes, ayudando a esas instituciones a votar sus acciones, a comprometerse colectivamente con las empresas que poseen, a abogar por cambios políticos y a identificar oportunidades para tener un impacto social o medioambiental positivo a través de sus inversiones.

Esa comunidad de clientes de SHARE cuenta con más de 22.500 millones de dólares en activos gestionados, pero regularmente los reunimos con grupos aún mayores de inversores con billones de dólares en activos, todos los cuales están aprendiendo el valor que una economía sostenible, inclusiva y productiva crea para ellos como accionistas y como ciudadanos. Y, lo que es más importante, aprenden unos de otros lo mucho que son capaces, como inversores, de hacer realidad esa economía mejor.

Los inversores institucionales pueden aportar algo más que capital (aunque, como cualquier empresario indígena puede decirle, ese capital es ciertamente bienvenido). Los inversores pueden aportar sus conocimientos, su experiencia y su capacidad para abogar ante las empresas que poseen, ante las instituciones a las que sirven y ante los servicios que utilizan, para mejorar los resultados económicos de los indígenas y, por tanto, contribuir a ese empoderamiento económico.

Hay una comunidad creciente de inversores institucionales que son indígenas, y esperamos que la perspectiva que esos fondos aportan a la comunidad inversora general pueda ser transformadora. Que los principales inversores institucionales puedan aportar no sólo capital, sino también sus oídos. Para escuchar. Para aprender. Para pensar y luego actuar.

La reconciliación es un proceso perturbador por naturaleza. Es creativo. Tiene que ver con el poder. Y también de oportunidad. Espero que, si algo resulta de nuestro trabajo, sea una conciencia aguda de la oportunidad que tenemos de construir juntos una economía sostenible, integradora y productiva.

RRII Admin

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